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Profesor de Estado en Filosofía y Religión , Licenciado en Filosofía,Licenciado en Educación, Magíster en Gestión y Políticas Públicas de Educación.

martes, 28 de junio de 2011

LA PARTIDA DE UN HIJO O HIJA

Hola a todas y a todos los lectores y seguidores de este blog. Les debe sorprender que esté escribiendo tan pronto un nuevo posteo; en esta ocasión me quiero referir a una trágica noticia: la muerte de la pequeña Rafaela, hija de un rostro de televisión, Marisela Santibáñez. Esta mañána volvió a la casa del Padre la hermosa Rafaela, después de dar una lucha de varias semanas contra la leucemia.
La muerte de un hijo o hija es una de las experiencias mas duras, difíciles y dolorosas que puede sufrir un ser humano. Se inicia así un período de mucha tristeza y que vive varias etapas que terminan con sanar el alma, pero no borrar la pena. Pareciera que entre madre e hijo(a) jamás se cortara el cordón umbilical y la conexión fuera permanente, entonces al irse uno, se siente como si se desmembrara una parte de sí. Es un volver a caminar, ya que el duelo afecta a todo el organismo, disminuyendo inevitablemente las fuerzas para seguir manteniendo la rutina diaria, el cansancio es mayor y disminuyen los deseos de hacer actividades en el día a día. En esta etapa, cada persona lo vive de manera muy personal y con el tiempo que necesita. Lo importante es que se tenga el apoyo que se necesita para volver a caminar. Hay que tener en cuenta que este proceso puede durar la vida entera, en el que será necesario "aceptar" lo sucedido y encontrar la paz para subsistir. Suben y bajan las emociones, lo que desgasta enormemente a la persona, dejándola extenuada para avanzar. Hay que reconciliarse con la vida otra vez, vivir el duelo. Esto parece fácil al decirlo, pero se convierte en una experiencia muy dura cuando hay que vivir en carne propia esta situación. Se aprende a vivir con el dolor, pero este jamás se va, y llegarán fechas claves donde el dolor volverá a aflorar con la misma intensidad que cuando ocurrió la separación con el hijo o hija.
Cada uno vive su propio duelo según su manera de ser y de creer. ¿Cómo sobrevivir con el duelo a espaldas? Primero, no fijarse plazos sino que vivir el presente; en segundo lugar, exteriorizar los sentimientos, no hay que cerrarse al dolor, pues tarde o temprano termina por explotar; afectando tu cuerpo y tu mente. Y en tercer lugar, recurrir a todos los recursos necesarios que te ayuden a convivir con tu dolor, ya sea a través de sicoterapias, grupos de apoyo, pastorales, literatura, etcétera.
El dolor conlleva etapas como la evitación, que se presenta como una anestesia emocional, un rechazo a la noticia, una evitación que impide la aceptación de la pérdida como verídica. la confrontación es la etapa más dura y de mayor carga emocional, ya que implica tener que aceptar la realidad. Aquí es cuando muchas personas hablan de que les duele el corazón o el alma de pena. Se siente que se enloquece.
La muerte es una realidad inevitable, y a todos nos va a llegar algún día. El tema es cómo la vamos a enfrentar, y aquí van a influir nuestras creencias, nuestro modo de ver la vida, nuestra historia personal, etc. Es doloroso el tener que enfrentar la pérdida de un hijo(a); surgen una serie de interrogantes ¿por qué me sucede a mí? ¿por qué Dios o la vida me castiga de esta forma? ¿por qué murió si era tan joven y tenía toda una vida por delante? ¿por qué muere la gente joven? ¿para qué tenía que ocurrir esto? ¿qué viene ahora? ¿cómo me rearmo? ¿qué va a suceder ahora con mi vida? ¿tiene sentido o no la vida? Uno siente que no va a ser capaz de soportar ese dolor; cambia la vida y su entorno, cambia la manera de mirar la vida, hay un antes y un después, surgen muchas interrogantes que no tienen respuesta inmediata. Aquí uno toca fondo, se cuestiona muchas cosas, se replantean cosas, hay prioridades, se necesita tiempo para vivir el duelo.
La vida es hermosa pero es tan frágil, se nos puede ir en cualquier momento, nadie tiene la vida comprada ni asegurada; por eso hay que disfrutar cada día como SI FUERA EL ÚLTIMO DE NUESTRA VIDA. Sabemos que tenemos que pasar en algún momento por esta dolorosa experiencia, pero la diferencia se va a marcar al analizar desde qué plataforma estoy viendo el tema de la muerte humana; ver que la vida es corta, que hay que amar antes de que sea demasiado tarde, de que no vale la pena desgastarse en cuestiones que no valen la pena, ya que acarrean amargura, frustración, rabia, depresión, estrés , falta de sentido a la vida.
Al recordar la partida de algún ser querido, nos daremos cuenta que esta experiencia deja huella en nuestras vidas. Me uno al dolor que deben sentir estos padres, hay que estar con ellos en la oración, en la fuerza del acompañamiento, en amar la vida, y tener la convicción de que la muerte no tiene la última palabra, sino que ésta se convierte en la puerta de entrada para entrar a otra dimensión, a otra vida, a la vida que no tiene fin. Muchas respuestas irán aflorando con el paso del tiempo, otras quedarán aún sin respuesta, otras a lo mejor no serán resueltas nunca.
NO PODEMOS EVITAR QUE LOS PÁJAROS VUELEN SOBRE NUESTRA CABEZA, PERO SÍ PODEMOS EVITAR QUE HAGAN UN NIDO EN NUESTRO CABELLO.
Un abrazo a Marisela y su familia, y que este triste acontecimiento nos sirva para generar reflexión, unirnos como familia, amar a nuestros hijos e hijas, decirles cada día que los amamos aunque seamos majaderos; porque después puede ser demasiado tarde. QUIQUE

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