Hola a todos y a todas:
Junto con saludarles, les escribo un nuevo artículo. Espero que pueda servirles como reflexión personal y familiar.
Muchos padres se enfrentan a un reto
importante a la hora de educar a sus hijos e hijas: ¿qué límites les ponemos?
Los niños y niñas no tienen la misma
conciencia que los adultos al actuar, por ello es una labor de los padres
establecer una serie de pautas que los hijos e hijas deben conocer para saber
cuándo están actuando mal. Lo importante es no aplazar demasiado el momento de establecer los límites, ya que
obtendremos los resultados de forma más lenta y costosa. Desde el primer día
que están con nosotros, podemos ir mostrando con cariño, sin lastimar, las pautas de un buen comportamiento.
Poner límites a los niños y niñas es
muy importante, no solo porque así la convivencia es más armónica sino también
porque ellos y ellas son los primeros interesados e interesadas que se les
marquen unas normas que, además de infundirles seguridad, les van a permitir
adaptarse mejor a las normas y límites sociales en su vida social y adulta. Se
trata de establecer límites sin que el niño y niña se sienta humillado, ridiculizado o ignorado.
Una disciplina eficaz a la hora de
aplicar los límites a nuestros hijos e hijas es lo más importante. Para
educarlos de manera eficaz, debemos marcar las reglas en casa con el
objetivo de cumplirlas. Hay que hacerlo de manera coherente y con firmeza.
Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de
establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto,
que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos
casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que
queremos o lo hacemos con demasiada autoridad.
Algunos
consejos básicos para aplicar límites educativos
Cuando necesitamos decir a nuestros
hijos e hijas que deben hacer algo y “ahora” (recoger los juguetes, irse a la
cama, etc.), debemos tener en cuenta lo siguiente:
1.
Objetividad. Es frecuente escuchar en nosotros mismos y
en otros padres expresiones como “Pórtate bien”, “sé bueno o buena”, o “no
hagas eso”. Estas expresiones significan diferentes cosas para diferentes
personas. Nuestros hijos e hijas nos entenderán mejor si marcamos nuestras
normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas
y órdenes precisas suele ser claro para los niños y niñas. “Habla bajito en una
biblioteca”; “da de comer al perro ahora por favor”; “toma mi mano para cruzar
la calle”; son algunos ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente
la relación de complicidad con nuestros hijos e hijas.
2.
Opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros
hijos e hijas una oportunidad limitada para decidir cómo cumplir sus “órdenes”.
La libertad de oportunidad hace que un niño y niña sienta una sensación de
poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: “Es la hora del
baño. ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte? “Es la hora de vestirse. ¿Quieres
elegir un traje o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos
opciones a un niño o niña para que haga exactamente lo que queremos.
Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando
existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite
con firmeza. Por ejemplo: “Vete a tu habitación ahora” o “¡Para!, los juguetes
no son para tirar” son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor
con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los
límites más suaves suponen que el niño y niña tiene una opción de obedecer o no.
4.
Acentúa lo positivo. Los niños y niñas son más receptivos
al “hacer” lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas
represiones directas como el “no” o “para” dicen a un niño y niña que es
inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado.
En general, es mejor decir a nuestros niños y niñas lo que debe hacer (“Habla
bajo”) antes de lo que no debe hacer (“No grites”). Los padres autoritarios
tienden a dar más órdenes y a decir “no”, mientras los demás suelen cambiar las
órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo “hacer”.
5.
Guarda distancias. Cuando decimos “quiero que te vayas a la
cama ahora mismo”, estamos creando una lucha de poder personal con nuestros
hijos e hijas. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma
impersonal. Por ejemplo: “Son las ocho, hora de acostarse” y le enseñas el
reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño(a)
y el reloj.
6.
Explica el por qué. Cuando un niño y niña entiende el motivo de
una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y
para otros, se sentirá más animado y animada a obedecerla. Entendiendo la
razón, los niños y niñas pueden desarrollar valores internos de conducta o
comportamiento y crear su propia conciencia. La razón hay que darla en pocas
palabras, como por ejemplo: “No muerdas a las personas. Eso les hará daño”; “Si
tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les
gustaría jugar aún con ellos”.
7.
Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al
comportamiento de un niño y niña, intenta indicar una alternativa aceptable.
Sonará menos negativo y tu hijo e hija se sentirá compensado y compensada.
Puedes decir: “ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y
papel para pintar”. Al ofrecer alternativas, les estamos enseñando que sus
sentimientos y deseos son aceptables.
8.
Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual
es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina
flexible (acostarse a las ocho una noche, a las ocho y media en la próxima, y a
las nueve en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de
cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día
tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo e hija la
oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
9.
Desaprueba la conducta, no al niño o niña. Deja claro a tus
hijos e hijas que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no
va directamente hacia ellos y ellas. No muestres rechazo hacia los niños y
niñas. Antes de decir “eres malo”, deberíamos decir “eso está mal hecho”
(desaprobación de la conducta).
1. Controla las
emociones.
Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan
más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos
con sus niños y niñas. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la
situación y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina consiste
básicamente en enseñar al niño y niña cómo debe comportarse. No se puede enseñar
con eficacia si somos extremamente emocionales. Frente a un mal comportamiento,
lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad,
“¿qué ha sucedido aquí?”. Todos los niños y niñas necesitan que sus padres
establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más
expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que
recibiremos de nuestros niños y niñas, y menor la necesidad de aplicar
consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es
una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos e hijas.
ll
t
No hay comentarios:
Publicar un comentario