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Profesor de Estado en Filosofía y Religión , Licenciado en Filosofía,Licenciado en Educación, Magíster en Gestión y Políticas Públicas de Educación.

lunes, 8 de septiembre de 2014

PONER LÍMITES A NUESTROS HIJOS E HIJAS

Hola a todos y a todas:
Junto con saludarles, les escribo un nuevo artículo. Espero que pueda servirles como reflexión personal y familiar.      

           Muchos padres se enfrentan a un reto importante a la hora de educar a sus hijos e hijas: ¿qué límites les ponemos?

          Los niños y niñas no tienen la misma conciencia que los adultos al actuar, por ello es una labor de los padres establecer una serie de pautas que los hijos e hijas deben conocer para saber cuándo están actuando mal. Lo importante es no aplazar demasiado el momento de establecer los límites, ya que obtendremos los resultados de forma más lenta y costosa. Desde el primer día que están con nosotros, podemos ir mostrando con cariño, sin lastimar, las pautas de un buen comportamiento.

          Poner límites a los niños y niñas es muy importante, no solo porque así la convivencia es más armónica sino también porque ellos y ellas son los primeros interesados e interesadas que se les marquen unas normas que, además de infundirles seguridad, les van a permitir adaptarse mejor a las normas y límites sociales en su vida social y adulta. Se trata de establecer límites sin que el niño y niña se sienta humillado, ridiculizado o ignorado.

          Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos e hijas es lo más importante. Para educarlos de manera eficaz, debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. Hay que hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto, que se produce cuando hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad lo que queremos o lo hacemos con demasiada autoridad.

Algunos consejos básicos para aplicar límites educativos

          Cuando necesitamos decir a nuestros hijos e hijas que deben hacer algo y “ahora” (recoger los juguetes, irse a la cama, etc.), debemos tener en cuenta lo siguiente:

1.     Objetividad. Es frecuente escuchar en nosotros mismos y en otros padres expresiones como “Pórtate bien”, “sé bueno o buena”, o “no hagas eso”. Estas expresiones significan diferentes cosas para diferentes personas. Nuestros hijos e hijas nos entenderán mejor si marcamos nuestras normas de una forma más concreta. Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para los niños y niñas. “Habla bajito en una biblioteca”; “da de comer al perro ahora por favor”; “toma mi mano para cruzar la calle”; son algunos ejemplos de formas que pueden aumentar sustancialmente la relación de complicidad con nuestros hijos e hijas.
2.     Opciones. En muchos casos, podemos dar a nuestros hijos e hijas una oportunidad limitada para decidir cómo cumplir sus “órdenes”. La libertad de oportunidad hace que un niño y niña sienta una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias. Por ejemplo: “Es la hora del baño. ¿Te quieres duchar o prefieres bañarte? “Es la hora de vestirse. ¿Quieres elegir un traje o lo hago yo? Esta es una forma más fácil y rápida de dar dos opciones a un niño o niña para que haga exactamente lo que queremos.

  Firmeza. En cuestiones realmente importantes, cuando existe una resistencia a la obediencia, nosotros necesitamos aplicar el límite con firmeza. Por ejemplo: “Vete a tu habitación ahora” o “¡Para!, los juguetes no son para tirar” son una muestra de ello. Los límites firmes se aplican mejor con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro. Los límites más suaves suponen que el niño y niña tiene una opción de obedecer o no.
4.     Acentúa lo positivo. Los niños y niñas son más receptivos al “hacer” lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. Algunas represiones directas como el “no” o “para” dicen a un niño y niña que es inaceptable su actuación, pero no explica qué comportamiento es el apropiado. En general, es mejor decir a nuestros niños y niñas lo que debe hacer (“Habla bajo”) antes de lo que no debe hacer (“No grites”). Los padres autoritarios tienden a dar más órdenes y a decir “no”, mientras los demás suelen cambiar las órdenes por las frases claras que comienzan con el verbo “hacer”.
5.     Guarda distancias. Cuando decimos “quiero que te vayas a la cama ahora mismo”, estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos e hijas. Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: “Son las ocho, hora de acostarse” y le enseñas el reloj. En este caso, algunos conflictos y sentimientos estarán entre el niño(a) y el reloj.
6.     Explica el por qué. Cuando un niño y niña entiende el motivo de una regla como una forma de prevenir situaciones peligrosas para sí mismo y para otros, se sentirá más animado y animada a obedecerla. Entendiendo la razón, los niños y niñas pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia. La razón hay que darla en pocas palabras, como por ejemplo: “No muerdas a las personas. Eso les hará daño”; “Si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar aún con ellos”.
7.     Sugiere una alternativa. Siempre que apliques un límite al comportamiento de un niño y niña, intenta indicar una alternativa aceptable. Sonará menos negativo y tu hijo e hija se sentirá compensado y compensada. Puedes decir: “ese es mi pintalabios y no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar”. Al ofrecer alternativas, les estamos enseñando que sus sentimientos y deseos son aceptables.
8.     Firmeza en el cumplimiento. Una regla puntual es esencial para una efectiva puesta en práctica del límite. Una rutina flexible (acostarse a las ocho una noche, a las ocho y media en la próxima, y a las nueve en otra noche) invita a una resistencia y se torna imposible de cumplir. Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo e hija la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, ellos seguramente intentarán resistir.
9.     Desaprueba la conducta, no al niño o niña. Deja claro a tus hijos e hijas que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos y ellas. No muestres rechazo hacia los niños y niñas. Antes de decir “eres malo”, deberíamos decir “eso está mal hecho” (desaprobación de la conducta).

1.  Controla las emociones. Los investigadores señalan que cuando los padres están muy enojados castigan más seriamente y son más propensos a ser verbalmente y/o físicamente abusivos con sus niños y niñas. Hay épocas en que necesitamos llevar con más calma la situación y contar hasta diez antes de reaccionar. La disciplina consiste básicamente en enseñar al niño y niña cómo debe comportarse. No se puede enseñar con eficacia si somos extremamente emocionales. Frente a un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar con tranquilidad, “¿qué ha sucedido aquí?”. Todos los niños y niñas necesitan que sus padres establezcan las guías de consulta para el comportamiento aceptable. Cuanto más expertos nos hacemos en fijar los límites, mayor es la cooperación que recibiremos de nuestros niños y niñas, y menor la necesidad de aplicar consecuencias desagradables para que se cumplan los límites. El resultado es una atmósfera casera más agradable para los padres y los hijos e hijas.
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